EXCESO DE
RESPUESTAS: UNA INDUSTRIOSA RESPUESTA A LA RESPUESTA DE LA RESPUESTA (de
Cronista de Página de Punto de Vista Económico y del blog de la Cátedra
Jauretche)
“En el caso concreto de la ciencia económica, un profesional pasa años de entrenamiento universitario estudiando complejísimas teorías, basadas en complejas estructuras conceptuales y respaldadas por elaborados instrumentos matemáticos. Durante el proceso de aprendizaje confía plenamente en que lo que aprende constituye una ciencia objetiva. No se da cuenta de que las premisas sobre las cuales descansa todo el edificio conceptual que se le enseña constituyen una idealización de una realidad ya inexistente en el siglo XX y de que, además, nunca tuvieron nada que ver con la realidad de los países periféricos a la cual pretenden aplicarse. Tampoco logra percibir que estas teorías, presuntamente avalorativas, en realidad afirman la hegemonía de ciertos sectores y países, y constituyen una de las más sutiles herramientas de dominio ideológico que produjo la humanidad.” - Marcelo Diamand
“La economía y el libre mercado son sólo afirmaciones para el consumo de los tontos e ignorantes. La economía nunca es libre, o la controla el Estado en beneficio del pueblo, o la controlan las grandes corporaciones en perjuicio de éste.” - Juan Perón
Hace unas semanas, leí una nota publicada en El Cronista
titulada “Desindustrializar
la Argentina”. Dado que entre otras actividades, publico todos los domingos
mitos económicos en el diario Página 12 con la intención de desarmar el sentido
común económico creado por los grupos económicos que se benefician del común
impidiéndole usar su propio sentido, mi detector de mitos liberales comenzó a
titilar con sólo ver ese titular. Acá la tengo, me dije con la satisfacción del
cazador cuando que sabe que ya tiene a su presa. Y el olfato no me falló, tenía
en mis manos la materia prima para mi mito número 224.
Como suelo realizar, comencé por una lectura en diagonal y,
tras confirmar que se trataba de un mito, empecé mi trabajo habitual. Lectura
en detalle, análisis de las ideas fuerzas, matriz de escuela de pensamiento
sobre el que se estructura, datos y hechos que se mencionan, presencia de
contradicciones ya sean lógicas o con el mundo terrenal, antecedentes del autor
y posibles intereses que representan, intereses que defiende la nota más allá
de las intenciones del autor, entre otros elementos que me permitieron publicar
al domingo siguiente el mito “Exceso de
industrialización”.
Como no hay dos sin tres, Adrián Ravier, que así se llama el
economista inspirador del mito en cuestión, se dio el tiempo y la dedicación a
responder a mi nota en su blog a través de una publicación que lleva por título
“Exceso
de industrialización: una respuesta a Andrés Asiain (de Página 12)”.
Y para no ser menos y
mostrar mis respetos a su esfuerzo notarial (en el sentido de escribir notas),
acá van algunos párrafos que conforman mi industriosa respuesta a la respuesta
de la respuesta.
Como la respuesta de la respuesta comienza con una cita
Federico Bastiat en la que, como buen liberal, trata de hacer pasar a una
corporación multinacional que mueve un nivel de dinero (es decir, poder en una
sociedad de mercado donde con dinero casi todo se consigue) muy superior a la
de la mayor parte de los Estados Nacionales como si fuera un ciudadano de a
pie, decidí comenzar mi respuesta a la respuesta de la respuesta con dos citas.
La primera, de Marcelo Diamand, un empresario e intelectual argentino
que señala que la matriz económica liberal, a la que adhiere Ravier, ha dejado
el camino de la ciencia para adentrarse en el del lobby, ya que no hay
ideología más funcional al poder económico que aquella que niega su misma
existencia.
La segunda, del general Perón que sin pelos en la lengua
señala como una tontera la idea de libertad de mercado desde que la existencia
de grupos económicos concentrados genera de desigualdades de poder frente al
ciudadano común y, por lo tanto, el mercado deja de ser el mundo de la libertad
e igualdad ciudadana para transformarse en el de las dictaduras corporativas. O
como sabe cualquier persona exceptos los economistas adoctrinados bajo la
escuela liberal, en el mercado el que tiene plata manda, el que no obedece y
hay quien tiene mucha plata y mucho manda.
Señala Ravier que su nota inicial ambiciona “que Argentina
debe abandonar la política proteccionista y permitir que sean las personas, y
no los políticos, los que configuren la estructura económica de nuestro país”.
Esa afirmación me hizo acordar a cierto titular de Crónica ya que para Ravier
hay políticos y personas, por lo que debe entenderse que los políticos no son
personas.
Pero más desgraciado que su intento por descalificar a
quienes hacen política al quitarles la condición de persona, es intentar darle esa calidad a las grandes
corporaciones internacionales que planifican la producción y comercio global y
son las que determinaran nuestra estructura económica en ausencia de una
política proteccionista. Una corporación no es una persona y si lo fuera, sería un verdadero psicópata tal como analiza el documental La Corporación, que de
yapa se los recomiendo.
Volviendo a la nota, Ravier dice que mi respuesta es
ideológica porque pongo en duda sus datos. Sin embargo, esa afirmación parte de
un mal entendido. Yo no pongo en duda sus datos, sino la información que el
extrae de los mismos (nobleza obliga, el mal entendido parte de una poco clara
expresión mía). Tomando los datos que el presenta, hay países con menos peso de
la industria en el PBI, otros con un peso similar y otros que tienen un peso
superior. De ahí que yo afirme que esos datos que él mismo presenta, no son
suficientes como para afirmar que Argentina está excesivamente industrializada.
Luego pasa a despegarse del menemismo diciendo que el
gobierno del riojano no fue liberal, citando para ello a unos amigotes que me
suelen ofrecer abundante material para mis mitos. El argumento para señalar que
en los años noventa no hubo políticas liberales es decir que hubo “continuos
déficit fiscales, con fuerte endeudamiento, con un tipo de cambio fijo y
sobrevaluado, y una economía cerrada al Mercosur”. Es decir, correr al
menemismo diciendo que le falto avanzar aún más en la agenda liberal, una
práctica que siempre puede aplicarse para despegarse de cualquier gobierno
liberal ya que la práctica de la gestión siempre se aleja de alguna manera del
modelo tipo ideal.
De la misma manera, podemos decir que Perón no fue
Proteccionista porque dejó entrar maquinaria extranjera para la industria o no
fue Estatista porque no nacionalizó la CHADE. Lo mismo se podría tildar a
Cristina de desregular el mercado laboral por no haber reincorporado los
aportes patronales a la seguridad social que eliminó tiempo atrás Cavallo o
haber aprobado la ley de ART que impulsaba la UIA.
Como siempre hay matices y grises, lo que define a un
gobierno en su orientación son las líneas gruesas de su gestión y no, que
ciertas áreas o medidas no terminen de ajustarse a esa matriz. En ese sentido,
el menemismo fue liberal por haber encarado un histórico proceso de
privatización de grandes empresas del Estado, de desregulación de múltiples
mercados, de reducción de aranceles, impuestos a la exportación y trabas a los
movimientos de capitales más allá de si controlaba el valor del dólar, mantuvo
el MERCOSUR o tenía déficit público (que en realidad es la consecuencia de su
matriz liberal, ya que se originó en la privatización del sistema jubilatorio).
De la misma manera, las importaciones de insumos y
maquinarias de Perón eran parte del objetivo de industrialización que empezó
por la fase liviana cercana al consumo y
el acuerdo con la CHADE no puede tapar la nacionalización de la mayor parte de
las empresas de servicios públicos y el desarrollo empresario-estatal en
diferentes áreas. Tampoco se puede desconocer en avance en la ampliación de la
cobertura de la seguridad social o el establecimiento de las paritarias y la
reconfiguración del mercado laboral formal durante el kirchnerismo, por algunas
agachadas y negociaciones con la parte empresarial (propias de un proyecto
policlasista, por otra parte).
Más adelante, Ravier me califica de arrogante por anticipar
que el proyecto liberal destruirá muchos puestos de trabajo en Argentina y me
manda a leer un libro suyo. En primer lugar, cabe poner el mismo adjetivo sobre
su cabeza, ya que el vaticina un mundo feliz en caso de libre mercado y en una
demostración de poca humildad, de los millones de libros escritos por la
humanidad, me recomienda el suyo. Pero lo mío no es arrogancia sino
experiencia, (el diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo y si bien
todavía no llego a los cuarenta setiembres – que ese es el mes en que cae
nuestra primavera – yo elegí entre muchos modos ser más grande que mi edad, tal
como milongueara alguna vez un fusilado).
La experiencia argentina de los años noventa muestra que las
privatizaciones y apertura comercial generó un fuerte incremento del desempleo,
aún durante los años de crecimiento. La razón no es muy difícil de adivinar, el
entramado económico global diseñado bajo la tutela de las grandes corporaciones
multinacionales y algunos Estados, condena a la Argentina a producir bienes
primarios e importar el resto. Esa especialización genera pocos puestos de
trabajo y un nivel de actividad por dólar generado (en base al coeficiente
incrementado de importaciones) que no permite absorber a la mayor parte de la
población siquiera en actividades de productivas o de servicios protegidas
naturalmente de la competencia externa.
Incluso, la industrialización protegida genera en el siglo
XXI muchos menos puestos de trabajo que un siglo atrás por el avance
científico-tecnológico ahorrador de mano de obra. Y los sectores más mano de
obra intensivos de la cadena industrial, enfrentan hoy la competencia de países
de excesiva población y condiciones laboral de hiper-explotación, poniendo en serias
dificultades los intentos de generar una industria competitiva que genere
empleo y, a su vez, una digna calidad de vida a sus trabajadores.
Ese proceso de destrucción de puestos de trabajo bajo el
esquema liberal en nuestro país, se agrava en las perspectivas que ofrece la
actual transformación de numerosos sectores de servicios que tradicionalmente
permitían proteger puestos de trabajo en transables y, por lo tanto, en ser
ofrecidos directamente desde el exterior. A modo de ejemplo, si en los años
noventa la industria destruyó puestos de trabajo pero el sector financiero los
generó. Si se avanza en la banca electrónica y ella puede ser ofrecida
directamente por bancos desde el exterior, una repetición de ese proceso
tenderá a generar menos puestos de trabajo. Los mismos podemos hablar en materia
de producción audiovisual por el avance del streaming
multimedia bajo demanda por Internet que ofrece cataratas de series extranjeras,
en materia educativa por el impulso a instituciones educativas online, del
comercio por el desarrollo de la venta a través de plataformas virtuales, etc.
Pero, ¿por qué soy pesimista y no creo como Ravier que
espontáneamente los argentinos lograremos una inserción dichosa en ese comercio
internacional y podremos ofertar múltiples bienes y servicios generando puestos
de trabajo de calidad para todos y todas? Porque a diferencia de nuestro
ilusionista liberal, he salido a la calle y vi que el mercado no está formado
por ciudadanos de a pie sino por grandes corporaciones multinacionales que ya
han tomado la delantera a empresas argentinas en infraestructura, redes de
financiamiento, comercio, desarrollos tecnológicos, clientelas, proveedores,
etc, etc, etc, y que, por lo tanto, no con buena onda y libre iniciativa se
pueden revertir esas desigualdades de hecho.
Por otro lado, el intento de montarse sobre esas grandes
corporaciones globales e intentar construir en su interior una inserción que
genere empleos en alguna subsidiaria local o empresas proveedoras, no se logra
con buena onda y libre mercado sino que requiere de una decidida política
estatal de desarrollo de bases para esa inserción (infraestructura, educación
especializada, regulaciones...).
Aun así, todo ese trabajo está a merced de que la política
de los Estados más poderosos, no busque revertir la pérdida de empleos propios
que la inserción de la periferia en las cadenas globales de valor pueda
generarle. O en otras palabras, ¡anda a venderle limones a Trump!
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