Por Martín Burgos*
Entre las políticas más populares del Gobierno Nacional se encuentran
las llevadas a cabo con el objetivo de mejorar el empleo y las
remuneraciones de los trabajadores del sector privado. En efecto, luego
de la crisis fenomenal de 2001-2002, ni los más optimistas pensaron que
la recuperación del mercado de trabajo fuera tan veloz: de un nivel del
21,5% en mayo de 2002, la tasa de desempleo bajó a 7,5% a fines de 2007,
como muestra impactante de la fuerte creación de empleo generado durante
ese período. En cuanto al salario, los aumentos mediante decretos del
Poder Ejecutivo primero, y la negociación colectiva después, permitieron
mejorar el ingreso de los trabajadores por lo menos hasta 2007.
Sin embargo, a pesar de la bonanza, los altos niveles de empleo no
registrado no pudieron reducirse en la misma proporción: en diciembre de
2007, todavía 40% de los empleados no estaban registrados ante la
seguridad social. La heterogeneidad de situaciones laborales incluidas
como empleo no registrado –desde los contratos basura de importantes
empresas hasta los empleos casuales en microempresas– hacen dificultosas
las soluciones fáciles, a pesar de la adopción de medidas específicas,
como el blanqueo de personal doméstico.El llamado «empleo en negro o
informal» parece haberse instalado como parte intrínseca de la relación
salarial del modelo.Si bien sus causas deben buscarse en la correlación
de fuerza existente entre el Estado, las empresas y los trabajadores, la
voz del poder económico se queda en las apariencias y ofrece las recetas
de los 90: siendo un problema impositivo, la solución al empleo en negro
pasaría por reducir los impuestos al trabajo y flexibilizar las
relaciones laborales, aun más.
Este discurso tiene mayor impacto en un contexto de crisis, donde los
empresarios pretenden transferir los costos de la misma a los
trabajadores, reduciendo empleo y salarios. A pesar de los esfuerzos del
gobierno por cuidar el nivel de empleo mediante negociaciones con
empresarios y rescate de empresas en quiebras, el alto nivel de empleo
no registrado aparece como el hilo más delgado por el cual, lejos del
control de los sindicatos y del Estado, podría desarmarse la estrategia
oficial.
Entre las políticas más populares del Gobierno Nacional se encuentran
las llevadas a cabo con el objetivo de mejorar el empleo y las
remuneraciones de los trabajadores del sector privado. En efecto, luego
de la crisis fenomenal de 2001-2002, ni los más optimistas pensaron que
la recuperación del mercado de trabajo fuera tan veloz: de un nivel del
21,5% en mayo de 2002, la tasa de desempleo bajó a 7,5% a fines de 2007,
como muestra impactante de la fuerte creación de empleo generado durante
ese período. En cuanto al salario, los aumentos mediante decretos del
Poder Ejecutivo primero, y la negociación colectiva después, permitieron
mejorar el ingreso de los trabajadores por lo menos hasta 2007.
Sin embargo, a pesar de la bonanza, los altos niveles de empleo no
registrado no pudieron reducirse en la misma proporción: en diciembre de
2007, todavía 40% de los empleados no estaban registrados ante la
seguridad social. La heterogeneidad de situaciones laborales incluidas
como empleo no registrado –desde los contratos basura de importantes
empresas hasta los empleos casuales en microempresas– hacen dificultosas
las soluciones fáciles, a pesar de la adopción de medidas específicas,
como el blanqueo de personal doméstico.El llamado «empleo en negro o
informal» parece haberse instalado como parte intrínseca de la relación
salarial del modelo.Si bien sus causas deben buscarse en la correlación
de fuerza existente entre el Estado, las empresas y los trabajadores, la
voz del poder económico se queda en las apariencias y ofrece las recetas
de los 90: siendo un problema impositivo, la solución al empleo en negro
pasaría por reducir los impuestos al trabajo y flexibilizar las
relaciones laborales, aun más.
Este discurso tiene mayor impacto en un contexto de crisis, donde los
empresarios pretenden transferir los costos de la misma a los
trabajadores, reduciendo empleo y salarios. A pesar de los esfuerzos del
gobierno por cuidar el nivel de empleo mediante negociaciones con
empresarios y rescate de empresas en quiebras, el alto nivel de empleo
no registrado aparece como el hilo más delgado por el cual, lejos del
control de los sindicatos y del Estado, podría desarmarse la estrategia
oficial.
*Economista docente de la cátedra jauretche.
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