Por Martín Burgos
Las condiciones internacionales en las cuales se desenvolvió la economía argentina desde 2003 parecen conocer unos cambios brutales cuyo emergente es la caída de los precios internacionales de los commodities, entre ellos la soja. De los 500 dólares por toneladas a los cuales se exportaba el yuyo a los 340 dólares que se está vendiendo desde hace más de un año, resulta evidente que la economía argentina en su conjunto no dejará de resentirse, tanto a nivel de la divisas como a nivel del sector agropecuario.
Si bien el actual bajón de las commodities puede ser coyuntural o estructural, según las versiones, la gestión de la economía supone siempre asumir la perspectiva pesimista, es decir, que los bajos precios llegaron para quedarse. Eso complica la entrada de divisas, dado que si asumimos que la economía puede crecer hasta el nivel en que el ingreso nacional se tope con la restricción de divisas, una caída de los precios de la soja implica que el crecimiento futuro de Argentina será menor, a menos que se logren intensificar políticas de sustitución de importaciones en los rubros hidrocarburíferos e industriales. [...]
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