Por Andrés Asiain.
Los intereses que a su vez son patrocinantes del ex superministro buscan reinstalar su figura en la sociedad argentina como la de un especialista capaz de resolver complejos problemas económicos que nos asedian.
La figura de Domingo Cavallo reaparece sistemáticamente en la historia de la deuda externa argentina de las últimas décadas. Desde su primera intervención como presidente del Banco Central, cuando los bancos y grupos económicos que habían tomado deuda en dólares se la transfirieron al Estado en medio de la crisis de "la tablita cambiaria" de Martínez de Hoz, pasando por la restructuración de la deuda en el marco del Plan Brady, ya como ministro de Economía de Menem a comienzos de los noventa. Así, hasta llegar a la firma del Megacanje como ministro de De la Rúa, maniobra mediante la cual algunos bancos prepararon su retirada ante el inminente colapso de la "Convertibilidad".
Quienes somos poco propensos a creer en las casualidades, semejante historial nos lleva a pensar en los motivos de su reciente reaparición en la escena política argentina. Lejos de la inocente presentación de un libro, la maratónica presencia en universidades, sociedades empresariales y medios de comunicación, coronada por la limpieza de pasivos judiciales que hizo el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°4 de la Capital, los intereses patrocinantes del ex superministro buscan reinstalar en la sociedad argentina su figura como la de un especialista capaz de resolver los complejos problemas económicos que nos asedian.
La coincidencia de ese "operativo retorno" con el fallo judicial Griesa que intenta jaquear la reestructuración y quita de deuda obtenidas en 2005 y 2010 parece indicar que ciertos intereses permanentes que se encuentran detrás de la historia del endeudamiento de nuestro país están preparando una nueva renegociación de la deuda más favorable a sus intereses. En ese potencial escenario de otra restructuración de la deuda realizada por un nuevo gobierno más "amigable con los mercados", la figura de Cavallo surge como el poseedor del know how para su realización: un "saber hacer" que la historia indica favorable a los intereses de los acreedores, y perjudicial para los de nuestra sociedad.
La figura de Domingo Cavallo reaparece sistemáticamente en la historia de la deuda externa argentina de las últimas décadas. Desde su primera intervención como presidente del Banco Central, cuando los bancos y grupos económicos que habían tomado deuda en dólares se la transfirieron al Estado en medio de la crisis de "la tablita cambiaria" de Martínez de Hoz, pasando por la restructuración de la deuda en el marco del Plan Brady, ya como ministro de Economía de Menem a comienzos de los noventa. Así, hasta llegar a la firma del Megacanje como ministro de De la Rúa, maniobra mediante la cual algunos bancos prepararon su retirada ante el inminente colapso de la "Convertibilidad".
Quienes somos poco propensos a creer en las casualidades, semejante historial nos lleva a pensar en los motivos de su reciente reaparición en la escena política argentina. Lejos de la inocente presentación de un libro, la maratónica presencia en universidades, sociedades empresariales y medios de comunicación, coronada por la limpieza de pasivos judiciales que hizo el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°4 de la Capital, los intereses patrocinantes del ex superministro buscan reinstalar en la sociedad argentina su figura como la de un especialista capaz de resolver los complejos problemas económicos que nos asedian.
La coincidencia de ese "operativo retorno" con el fallo judicial Griesa que intenta jaquear la reestructuración y quita de deuda obtenidas en 2005 y 2010 parece indicar que ciertos intereses permanentes que se encuentran detrás de la historia del endeudamiento de nuestro país están preparando una nueva renegociación de la deuda más favorable a sus intereses. En ese potencial escenario de otra restructuración de la deuda realizada por un nuevo gobierno más "amigable con los mercados", la figura de Cavallo surge como el poseedor del know how para su realización: un "saber hacer" que la historia indica favorable a los intereses de los acreedores, y perjudicial para los de nuestra sociedad.
Nota completa: Operativo retorno y un debate para frustarlo.
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