Desde que el economista William Phillips publicó su artículo “La relación entre el desempleo y la tasa de variación de los salarios monetarios en el Reino Unido, 1861-1957”, la idea de la disyuntiva entre la estabilidad de los precios y un bajo nivel de desempleo (“Curva de Phillips”, en la jerga académica) dominó gran parte del pensamiento económico de los países centrales. Aceptada por casi todas las corrientes de ideas económicas, las diferencias entre ellas giran en torno de las causas del fenómeno y la inclinación a sacrificar el empleo o la estabilidad de precios. Los sectores ortodoxos tienden a priorizar una baja inflación aun a costa de un elevado desempleo, con posiciones extremas que llegan a preconizar la naturalidad del desempleo y amenazan con una espiral inflacionaria a quien intentara bajarlo. En contraposición, la prioridad de la heterodoxia pasa por mantener un bajo nivel de desempleo, aceptando cierta inflación como mal menor.
Como tantos otros acalorados debates entre diversas escuelas económicas del Centro, el dilema de elegir entre inflación o desocupación desembarcó en Argentina dividiendo aguas entre economistas. Ortodoxos y heterodoxos se aferran a las banderas de la estabilidad de precios o del empleo, haciendo caso omiso de una realidad económica nacional que no encaja en ninguna Curva de Phillips. A modo de ejemplo, los históricos planes de estabilización ortodoxos de la etapa de industrialización, con sus dosis de devaluación y suba de tarifas, generaban elevadas tasas de inflación junto a caídas de la actividad económica y el empleo. En contraste, el plan heterodoxo de Gelbard logró combinar un importante descenso de la inflación con niveles de pleno empleo. El derrumbe del gobierno de Alfonsín fue acompañado de una hiperinflación con una actividad y empleo en baja, mientras que el ocaso de la Convertibilidad combinó desempleo record con precios que descendían. [...]
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