La reforma laboral es promocionada como una necesidad para la creación de empleos. Bajo la mirada ortodoxa, las rigideces en el mercado laboral (convenios colectivos, paritarias, indemnizaciones, tiempos mínimos de contratación, vacaciones pagas, horas extras) encarecen los costos de contratación y, por lo tanto, disminuyen la demanda de empleo de los empresarios. Las reformas flexibilizadoras permitirían aumentar el empleo, no sólo por incentivar una mayor contratación de personal para la producción pre-existente, sino también porque al tornar más competitiva la economía, permite incrementar la producción y el empleo tanto por la mayor exportación como por la sustitución de importaciones. De esa manera, la previsible mayor incertidumbre e inestabilidad en el empleo y los ingresos, reducción del salario real directo e indirecto (vacaciones, aguinaldos) que implica la reforma, es presentada como costo necesario para que quienes se encuentran desocupados o trabajan en la informalidad puedan acceder también a un empleo. [...]
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