Por Rodrigo López.
La sanción de la ley sobre inmunidades de los bancos
centrales extranjeros y la demanda contra Estados Unidos en la Corte de
La Haya expresan la desconfianza que irradia la propia Justicia
norteamericana. La historia doctrinaria del país del Norte da cuenta de
sus transformaciones como potencia. Curiosamente, su jurisprudencia está
íntimamente ligada a nuestro país. En 1812, la Corte Suprema de Estados Unidos dio nacimiento a la
soberanía absoluta al no dar lugar a una demanda que hubiera implicado
quitarle un barquito de guerra a Napoleón. Durante la vigencia de esta
doctrina, la Corte trató de seguir los lineamientos del Departamento de
Estado, con el fin de no interferir en su diplomacia. Luego de la
Revolución Rusa, la crisis del ‘30 y la Segunda Guerra Mundial, los
países capitalistas comenzaron a enfrentar los dilemas que les
planteaban las empresas estatales. Estados Unidos comenzó a cambiar
hacia una doctrina de inmunidad restrictiva, consagrada en 1952 por la
“carta Tate”. Ello les permitió a los jueces ir ganando
discrecionalidad, separando sus decisiones del compromiso de los
Estados.
Finalmente, en 1976 se estableció la FSIA (Foreign Sovereign
Immunities Act), obedeciendo a las transformaciones de la economía
global. La ruptura del régimen de pagos internacionales del Bretton
Woods por parte de Estados Unidos llevó a una preeminencia del capital
financiero internacional. La nueva legislación se adecuó a sus
prerrogativas. Desde entonces, el capital financiero ha instalado una
verdadera industria del juicio, litigando contra los Estados y yendo por
los activos de sus bancos centrales.
En la Argentina –también en 1976–, la dictadura habilitó la
posibilidad de litigar en Nueva York. Al tiempo desencadenó un ciclo de
endeudamiento externo, acompañado de políticas que perjudicaban la
sostenibilidad externa, como ser la apertura comercial y la
liberalización de la cuenta de capital. La situación se complicó en los
’90, cuando la financiación del gobierno pasó de préstamos de bancos
extranjeros a la emisión de bonos soberanos. Desde entonces debimos
enfrentar litigios donde la inmunidad parece estar del lado de los
buitres.
Fuente: La inmunidad de los buitres
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