Por Andrés Asiain
El 16 de diciembre del año pasado, el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, anunció el fin de las regulaciones cambiarias (“cepo”) con un discurso transmitido por televisión. En el mismo, señaló que se cumplía con esa promesa de campaña, dado que estaban dadas las condiciones financieras para hacerlo. Entre las mencionadas condiciones se encontraban un crédito externo acordado con una serie de bancos extranjeros que, pese a generar un potencial ingreso de dólares en las arcas del banco central, no provocaría “un incremento de deuda”.
Los detalles de tan sorprendente operación financiera fueron dados por el propio ministro. El Banco Central tiene una serie de Letras del gobierno nacional intransferibles –no se pueden revender a un tercero–, que le fueron otorgadas a cambio de dólares para cancelar deuda externa (entre ella, el famoso pago al FMI por 9530 millones de dólares). Esas operaciones permitieron, en su momento, cancelar deuda externa mediante la emisión de una deuda sui generis entre dos instituciones públicas. El gobierno se “endeudaba” a tasas cercanas a cero con el Banco Central, recibiendo los dólares para pagar la deuda externa sin necesidad de ajustar el gasto público para comprar dichas divisas con ingresos corrientes. Además, podía posponer hasta la eternidad el pago de dicha “deuda” porque su refinanciamiento dependía de una decisión administrativa del Central. [...]
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