Por Andrés Asiain
La vinculación entre la evolución del empleo y los precios ha constituido un tema de análisis económico tanto en los ámbitos académicos como de gestión. A mediados del siglo pasado, el consenso se inclinó a establecer una disyuntiva entre tasas de inflación y de empleo, basada en la evidencia empírica de los países centrales recopilada por el economista William Phillips. Esa tesis, incorporada rápidamente al acervo de herramientas de política económica, establecía que las políticas keynesianas de demanda podían reducir el desempleo pero a costa de un incremento en las tasas de inflación.
A finales de los sesenta y comienzo de los setenta, el consenso a favor de la “curva de Phillips” fue decayendo en el marco de la aceleración de la inflación y tendencia al estancamiento económico de Europa y Estados Unidos. Ello fue aprovechado en el ámbito académico por los monetaristas, que comenzaron su ofensiva integral sobre el paradigma keynesiano. De acuerdo a Milton Friedman, las políticas expansivas sólo tenían efectos de corto plazo, ya que cuando los empresarios y sindicatos las anticipaban, se traducían en incrementos de precios sin impacto sobre las “tasas naturales” de empleo y actividad. La persistencia en el “error” keynesiano conducía a la economía a la “estanflación”, esto es, estancamiento de la actividad económica con inflación. [...]
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