Por Andrés Asiain
En una reciente nota de opinión, Alberto Benegas Lynch (h.) analiza la “cuestión social” vinculada con el “tema del desempleo, de los salarios y de los sindicatos”. Luego de suponer que “un grupo de náufragos llega a una isla deshabitada” y se pone “a pescar, subirse a los árboles para recoger frutos, defenderse de las fieras salvajes” para después intercambiar los frutos de su trabajo, concluye que “no hay tal cosa como desempleo, mientras se permitan los aludidos arreglos libres y voluntarios”. Por ello, para el profesor de la Universidad de Buenos Aires, “la interferencia gubernamental estableciendo demagógicamente salarios superiores a los de mercado directamente o indirectamente a través de sindicatos fascistas, expulsa a los que más necesitan trabajar del mercado laboral”.
Un aspecto que se le escapó al académico asociado del CATO Institute (una usina liberal promovida por el grupo económico norteamericano de los hermanos Koch), es que los trabajadores argentinos no viven en islas desiertas donde se les ofrecen ilimitadas oportunidades de empleo en la recolección de frutos, la pesca o la caza. Justamente, la creación de un “mercado de trabajo” vino de la mano de la utilización del alambre y el winchester para que un pequeño grupo se apropiara de las tierras, obligando al resto a buscar el sustento mediante el conchabo. Sólo en algunos márgenes del territorio y del sistema, la recolección, la caza y la pesca continúan siendo una posibilidad para sobrevivir cuando escasea el trabajo asalariado. [...]
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