A través de los años, los argentinos se acostumbraron a que el otoño sea la estación de los primeros fríos, de las hojas caídas, de los fines de semana largo y de las paritarias sindicales. Y como el otoño, las paritarias de un año a otro se parecen, pero nunca son iguales. Del álgido 2014, donde la devaluación de enero y la consiguiente inflación habían impactado de lleno en el salario real, a este 2015 con fuerte tono electoral, la coyuntura del conflicto distributivo requiere tener un marco más amplio para entenderla.
Muchos de nuestra generación conocimos lo que era el empleo en blanco recién en los años del gobierno kirchnerista. Pero no es tanto por las dificultades para conseguir el primer empleo, sino por una razón más estructural, vinculada a los cambios acaecidos durante el período. La era neoliberal fue signada por los sinsabores del desempleo juvenil, del empleo en negro, del monotributo, del patrón que pagaba una parte del sueldo en función de las ventas que, claro está, eran siempre magras. Los más privilegiados podían mostrar un “recibo de sueldo” por tener un trabajo registrado, que era un recibo muy distinto al que hoy podemos tener. La trayectoria de este recibo nos puede servir como muestra de los cambios ocurridos, como un pergamino a través del cual buceamos en relaciones laborales en cierto modo superadas. [...]
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