La ruta de la soja: Aportes para el entendimiento de la relación Argentina-China
Por Martin Burgos (Cátedra Nacional de Economía Arturo Jauretche - Centro Cultural de la Cooperación).
En el inicio del siglo XXI, Argentina conoce un cambio importante en su comercio exterior, esencialmente por el peso creciente de los países como Brasil y China, que de a poco reemplazan a socios más tradicionales como los países europeos y Estados Unidos como los mayores destinos de las exportaciones y origen de las importaciones. Estos cambios, sin dudas, son el reflejo de las grandes transformaciones que está conociendo la economía mundial, que se traducen en reacomodamientos de todos los países en un nuevo contexto. En buena medida, los cambios que estamos presenciando se deben a la emergencia de la República Popular China como potencia económica mundial: este nuevo “taller del mundo” conoce una revolución industrial que modifica su estructura productiva interna, y se proyecta en su comercio exterior, colocándolo como el primer exportador de mercaderías del mundo, y el segundo importador. ¿Quien recuerda que hasta mediados de los años 80, sus exportaciones consistían por la mitad en productos primarios: petróleo y alimentos? Hoy las exportaciones chinas se componen de todo tipo de bienes industriales, no solo productos de consumo masivo (electrodomésticos, computadoras), sino también bienes de capital.
Desde nuestro continente, la faceta más conocida de esta nueva división internacional del trabajo que se desarrolla alrededor de China la constituyen sus importaciones de materias primas (alimentos, petróleo y minerales), que llegan desde regiones lejanas como África, América Latina, Medio Oriente y Oceanía. Nuestro país se encuentra en esa situación, la de proveedor de materias primas e importador de bienes industriales desde China. Varios autores ven en esa relación la reproducción de la relación desigual que Argentina mantenía con el Reino Unido durante el modelo agroexportador, algunos para criticarla y otros para alabarla. Los argumentos son variados, y pasan por el déficit de nuestro comercio bilateral, las inversiones directas realizadas por capitales chinos orientados exclusivamente hacia la explotación de los recursos naturales, y la dependencia de nuestro país respecto de la venta de soja hacia China.