Por Andrés Asiain
Un reciente editorial del diario La Nación se tituló “La quiebra del Banco Central”. Casualmente, el mismo titular podía leerse seis meses antes en la prensa del Partido Obrero. Desde esos dos aparentemente opuestos espectros ideológicos, se plantea que el dinero en circulación y las letras del Banco Central colocadas a los bancos comerciales superan los activos de la institución monetaria, si se les descuentan a las reservas los activos compuestos de bonos del Gobierno. Ese déficit oculto impediría al BCRA “cumplir con su misión de regulación monetaria y menos aún garantizar la estabilidad de la moneda” (La Nación, 8/2/2015), conduciendo a “un default de la deuda del Tesoro con el Banco Central y una devaluación del peso. O sea que el reequilibrio financiero pasa por un golpe inflacionario contra los trabajadores” (Prensa Obrera, 26/6/2014).
El error del análisis monetario de ambos editoriales es considerar al Banco Central como un banco comercial. La diferencia entre ambos es que la autoridad monetaria tiene el monopolio de la emisión, que puede utilizar para cubrir los vencimientos de sus deudas con los bancos comerciales (Lebacs y Nobacs, en pesos). Desde esa perspectiva, el fantasma de una cesación de pagos del BCRA no tiene fundamento. Tampoco es necesario el cobro religioso de las amortizaciones e intereses de la deuda que el gobierno nacional mantiene con el Central, ya que la institución monetaria puede refinanciarlos hasta la eternidad, sin que ello ponga en riesgo su estabilidad financiera. [...]
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