La restricción de dólares a la expansión de la economía tiene como una de sus problemáticas centrales la fuga hacia el dólar de nuestro excedente económico (ahorro). Una historia de hiperinflaciones, devaluaciones y confiscaciones de depósitos, generó el uso y costumbre de dolarizar el excedente desde el generado por la gran corporación hasta el del pequeño ahorrista que junta dólares para llegar alguna vez a cumplir el sueño de la vivienda propia.
La experiencia de los últimos años, donde la inflación que le ganó a los plazos fijos y generó permanentes expectativas de devaluación (transformadas en realidades, en el verano pasado), mantuvo esa característica de nuestra economía, aún frente a las restricciones a la compra de dólares que dificultaban su realización. Romper con ese uso y costumbre no es nada sencillo, pero seguramente requiere empezar por incrementar el rendimiento de los plazos fijos, que puede realizarse a costa del excesivo margen de tasas que aplican los bancos en nuestro país (uno de los pocos en el mundo que no los regula). Una política que comenzó a aplicarse tímidamente en los últimos meses, con resultados positivos sobre la brecha cambiaria.
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