Por Andrés Asiain
La economía ortodoxa considera el mundo laboral como un mercado donde se intercambia fuerza de trabajo. Aplicando el mismo método de análisis que el que utilizan en cualquier otro mercado, consideran que la suba de los salarios incentiva a la clase obrera a trabajar más horas, mientras que su baja estimula al empresario a contratar más trabajadores. Desde esa perspectiva, la existencia de desempleo es síntoma de que los salarios están por encima de su valor de equilibrio, generando un sobreestímulo en la oferta de trabajo y un desestímulo en su demanda empresarial. Por ello, la intervención en el libre funcionamiento del mercado laboral por parte del Estado y los sindicatos para imponer un salario mínimo legal impide que el salario baje hasta su valor de equilibrio y termina generando desempleo.
Un hecho que no considera la mencionada teoría es que las condiciones de libre negociación entre un trabajador individual y una corporación empresarial son, en realidad, muy desiguales. La gran corporación tiene las posibilidades financieras de mantener la planta laboral o disminuirla, si el costo salarial le parece excesivo. Por el contrario, el trabajador puede verse obligado a aceptar bajas remuneraciones ya que de la obtención de un empleo depende su sustento y el de su familia. Esas condiciones desiguales de negociación cuando reina el libre mercado tienden a imponer salarios muy bajos, que no alcanzan siquiera para que el trabajador alimente dignamente a su familia. [...]
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