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lunes, 29 de julio de 2013

Mito económico (Página/12-Cash): La teoría del rendimiento decrecimiente.

La paradoja de Lucas
Por Andres Asiain y Lorena Putero.

En 1990, Robert Lucas –un norteamericano que recibiría el Premio Nobel de Economía el mismo año en que estallaba la crisis del Tequila– publicaba un trabajo titulado “¿Por qué los capitales no fluyen desde los países ricos hacia los países pobres?”. Para el economista de Chicago, la comprobación de que las políticas de desregulación financiera y de los tipos de cambios habían dado lugar a una masiva salida de capitales desde el Tercer Mundo hacia los bancos norteamericanos contradecía las predicciones de las teorías ortodoxas que él mismo había contribuido a difundir. Según predicaba el monetarismo de la Universidad de Chicago, la apertura financiera debía haber producido un desplazamiento del capital desde donde era abundante (países ricos) hacia donde era escaso (países pobres), ya que el rendimiento sería mayor en los últimos. Esa afluencia de capitales aceleraría el desarrollo de las naciones del Tercer Mundo permitiéndoles alcanzar al mundo primero. Esa fue la base teórica del experimento de apertura de las dictaduras de Pinochet y Videla bajo el asesoramiento de los Chicago Boys, que años más tarde se expandiría al resto de la región bajo el impulso del FMI y los gobiernos neoliberales.
La aparente paradoja de que los países pobres exporten capitales hacia los más ricos se resuelve si se analizan los supuestos de que parte la teoría ortodoxa para predicar lo opuesto. Según esa doctrina, el capital rinde menos allí donde es abundante, hecho que impulsaría el movimiento de capitales desde los países ricos hacia los más pobres. Este “rendimiento decreciente del capital”, según la terminología de la ortodoxia, se suele enseñar con el ejemplo de un carpintero cuyo rendimiento no se incrementa de la misma forma cuando se compra el primer serrucho que cuando se compra el segundo, y a quien de nada le sirve comprarse diez. Siguiendo el ejemplo, si esos serruchos se prestaran a los carpinteros pobres del Tercer Mundo, que no tienen ninguno, rendirían mucho más que en manos del supercapitalizado carpintero norteamericano, permitiéndoles a los primeros mejorar sus ingresos y al segundo percibir un interés por el préstamo.

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