Invertir en ladrillos.
Por Andrés Asiain y Lorena Putero
La inversión en ladrillos ha sido, junto a la compra de divisas, la forma predominante de utilización del excedente económico por parte de los sectores de más altos ingresos de nuestra sociedad. Frente a los daños colaterales que provoca la compra de dólares sobre la economía nacional, la adquisición de propiedades surge como una alternativa ventajosa que impulsa la actividad de la construcción con sus consabidos impactos multiplicadores sobre la actividad económica y el empleo. Basados en la experiencia de la devaluación de 2002 y la posterior oleada de adquisición de propiedades a precio de remate por quienes habían acumulado divisas en la agonía de la convertibilidad, no falta quien proponga imitar esa experiencia para atraer los dólares de los argentinos en el exterior hacia el mercado inmobiliario. Frente a semejantes planteos, vale la pena analizar algunas repercusiones de la inversión en ladrillos que no suele mencionarse.
Los últimos diez años de fuertes inversiones inmobiliarias, por parte de sectores de elevados ingresos, han generado un alza en el precio de las propiedades que ha superado la mejora de los ingresos de la mayoría trabajadora. A modo de ejemplo, mientras que en el 2001 se precisaban 74 salarios del sector privado registrado para comprar un departamento de 70 metros cuadrados en un barrio de clase media de la Ciudad de Buenos Aires, a comienzos de 2013, la cantidad de salarios requerida ascendía a 164. El incremento de la relación precio vivienda-salario no es muy diferente en otros distritos del país, incluso en zonas tradicionales de vivienda popular actualmente en competencia por la tierra con emprendimientos para sectores acomodados tipo country. La consecuente imposibilidad del trabajador de acceder a un crédito hipotecario, donde las cuotas superarían ampliamente el límite del 30 por ciento del ingreso familiar, lo lleva a transformarse en inquilino. El esfuerzo estatal de construcción de viviendas populares y de otorgamiento de créditos a tasas subsidiadas (Pro.Cre.Ar) se ve contrarrestado por esas fuerzas excluyentes del mercado.
La inversión en ladrillos ha sido, junto a la compra de divisas, la forma predominante de utilización del excedente económico por parte de los sectores de más altos ingresos de nuestra sociedad. Frente a los daños colaterales que provoca la compra de dólares sobre la economía nacional, la adquisición de propiedades surge como una alternativa ventajosa que impulsa la actividad de la construcción con sus consabidos impactos multiplicadores sobre la actividad económica y el empleo. Basados en la experiencia de la devaluación de 2002 y la posterior oleada de adquisición de propiedades a precio de remate por quienes habían acumulado divisas en la agonía de la convertibilidad, no falta quien proponga imitar esa experiencia para atraer los dólares de los argentinos en el exterior hacia el mercado inmobiliario. Frente a semejantes planteos, vale la pena analizar algunas repercusiones de la inversión en ladrillos que no suele mencionarse.
Los últimos diez años de fuertes inversiones inmobiliarias, por parte de sectores de elevados ingresos, han generado un alza en el precio de las propiedades que ha superado la mejora de los ingresos de la mayoría trabajadora. A modo de ejemplo, mientras que en el 2001 se precisaban 74 salarios del sector privado registrado para comprar un departamento de 70 metros cuadrados en un barrio de clase media de la Ciudad de Buenos Aires, a comienzos de 2013, la cantidad de salarios requerida ascendía a 164. El incremento de la relación precio vivienda-salario no es muy diferente en otros distritos del país, incluso en zonas tradicionales de vivienda popular actualmente en competencia por la tierra con emprendimientos para sectores acomodados tipo country. La consecuente imposibilidad del trabajador de acceder a un crédito hipotecario, donde las cuotas superarían ampliamente el límite del 30 por ciento del ingreso familiar, lo lleva a transformarse en inquilino. El esfuerzo estatal de construcción de viviendas populares y de otorgamiento de créditos a tasas subsidiadas (Pro.Cre.Ar) se ve contrarrestado por esas fuerzas excluyentes del mercado.
Mito completo: Utilización del excedente económico.