Con el 1 a 1 estábamos mejor.
Por Andrés Asiain y Lorena Putero
No falta en la reunión familiar o la charla entre amigos, el nostálgico de los años noventa que entre comparaciones de precios y el recuerdo de la compra de algún electrodoméstico, termine largando su célebre “con el 1 a 1 estábamos mejor”. La remembranza de aquellos tiempos en que un peso valía un dólar es enarbolada como una crítica por contraste a la economía del presente, donde los precios suben y los productos importados se demoran en la aduana.
Lo que no sabe o quiere saber el apologista del dólar barato es que el 1 a 1 se financió mediante el endeudamiento y la venta de empresas que sólo excepcionalmente se utilizaron para financiar inversiones en sectores que sustituyeran importaciones o expandieran ventas externas. De esa manera, no se incrementó la capacidad de generar dólares para repagar las deudas, ni cubrir los intereses o la remisión de utilidades. Por el contrario, se postergaban los vencimientos y remisiones con nuevo endeudamiento y venta de empresas, que terminó en una corrida cambiaria, devaluación y cesación de pagos de una deuda que aún hoy, fallo Griesa mediante, no se termina de regularizar. Así, pese a lo que diga la dupla Menem-Cavallo, la devaluación y crisis de 2001-2 no fue un proceso independiente de la convertibilidad, sino su consecuencia.
No falta en la reunión familiar o la charla entre amigos, el nostálgico de los años noventa que entre comparaciones de precios y el recuerdo de la compra de algún electrodoméstico, termine largando su célebre “con el 1 a 1 estábamos mejor”. La remembranza de aquellos tiempos en que un peso valía un dólar es enarbolada como una crítica por contraste a la economía del presente, donde los precios suben y los productos importados se demoran en la aduana.
Lo que no sabe o quiere saber el apologista del dólar barato es que el 1 a 1 se financió mediante el endeudamiento y la venta de empresas que sólo excepcionalmente se utilizaron para financiar inversiones en sectores que sustituyeran importaciones o expandieran ventas externas. De esa manera, no se incrementó la capacidad de generar dólares para repagar las deudas, ni cubrir los intereses o la remisión de utilidades. Por el contrario, se postergaban los vencimientos y remisiones con nuevo endeudamiento y venta de empresas, que terminó en una corrida cambiaria, devaluación y cesación de pagos de una deuda que aún hoy, fallo Griesa mediante, no se termina de regularizar. Así, pese a lo que diga la dupla Menem-Cavallo, la devaluación y crisis de 2001-2 no fue un proceso independiente de la convertibilidad, sino su consecuencia.
Mito completo: Industria, importaciones, precios e ingresos.
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