Mano invisible.
Por Andrés Asiain y Lorena Putero
La
teoría económica ortodoxa plantea que lo que es bueno para el individuo
aislado es bueno para la sociedad en su conjunto. Ese principio tiene su
origen en el concepto de “mano invisible” de Adam Smith, según el cual
es el mercado el que se encarga de que cada individuo, persiguiendo
fines egoístas, trabaje inconscientemente para el bienestar social. En
las propias palabras del autor de La riqueza de las naciones: “No de la
benevolencia del carnicero, del viñatero, del panadero, sino de sus
miras hacia el interés propio es del que esperamos y debemos esperar
nuestro alimento”.
Esa explicación del funcionamiento de los mercados fue llevada al
extremo por los liberales, afirmando que había que evitar cualquier
coacción colectiva sobre el comportamiento económico de los individuos.
Desde esa perspectiva, cualquier regulación que intente forzar un
determinado comportamiento económico, como ser un aumento salarial
impuesto en paritaria o la prohibición de comprar libremente dólares
para ahorrar, termina generando un resultado económico peor del que se
alcanzaría dejando actuar libremente a los individuos.
De los casos mencionados, el aumento salarial impuesto
colectivamente producirá que los empresarios opten por contratar menos
trabajadores en blanco, con sus secuelas de mayor desempleo e
informalidad. La prohibición de comprar dólares redundará en un dólar
oficial barato que reduce las exportaciones y aumenta las importaciones,
impulsando una suba cada vez mayor del dólar paralelo, adonde
convergerá la economía, una vez agotadas las reservas del Banco Central.
Mito completo: Libertad individual y bienestar colectivo.
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