Por Andrés Asiain.
Es sabido que los dueños del poder económico son poco numerosos como para imponer un proyecto de país mediante un triunfo electoral. Pero a falta de votos tienen billetera y la utilizan para condicionar las políticas económicas. Ese fue el camino tomado a partir de 2007-2008 por ciertos sectores, principalmente exportadores, cuyas ventas no dependen del nivel de consumo interno pero sus costos se encarecen a medida que crece la economía nacional. Aprovechando la crisis internacional y el conflicto por la distribución de la renta agraria generada por el alza mundial de las materias primas, iniciaron un proceso de compra masiva de dólares cuyo objetivo económico era retornar a los bajos salarios en dólares de los primeros años del kirchnerismo (una herencia de la crisis de la convertibilidad y la devaluación duhaldista).
Ante la falta de acceso a los mercados financieros internacionales, el gobierno nacional aguantó la embestida en base a las reservas internacionales acumuladas y los superávits comerciales. Pero mientras que el crecimiento económico y la crisis económica mundial mermaron el superávit, la alianza de exportadores, fugadores y medios opositores logró instalar un clima de incertidumbre cambiaria que amplió la corrida cambiaria a amplios sectores de la sociedad. Ante el peligro de un temprano agotamiento de las reservas que ponga la cotización del dólar en manos del mercado (léase, una suba descontrolada del dólar), se optó por restringir la compra de divisas para parar la corrida.
Las restricciones a la compra de divisas llevaron la pulseada cambiaria al mercado paralelo y constituyeron la brecha cambiaria en un indicador de quién iba ganando la pelea. La falta de control estatal sobre el comercio exterior, principalmente en el rubro de exportación donde, por ejemplo, un grupo de siete multinacionales maneja el acopio y embarque de granos y derivados en puertos privados con escaso control, abrió un canal de evasión de dólares del canal oficial hacia el paralelo que permitió fabulosas ganancias mediante la especulación cambiaria. El mantenimiento en la clandestinidad del dólar paralelo junto a la impericia para intervenir en el dólar-Bolsa o contado con liquidación transformaron los intentos por bajar su cotización mediante el suministro de verdes a costa de un endeudamiento a elevadas tasas (venta de bonos por la Anses, Banco Nación, Central), en un incremento del margen de rentabilidad de un grupo de financieras que compran dólares mayoristas y lo venden al menudeo.
Ante la falta de acceso a los mercados financieros internacionales, el gobierno nacional aguantó la embestida en base a las reservas internacionales acumuladas y los superávits comerciales. Pero mientras que el crecimiento económico y la crisis económica mundial mermaron el superávit, la alianza de exportadores, fugadores y medios opositores logró instalar un clima de incertidumbre cambiaria que amplió la corrida cambiaria a amplios sectores de la sociedad. Ante el peligro de un temprano agotamiento de las reservas que ponga la cotización del dólar en manos del mercado (léase, una suba descontrolada del dólar), se optó por restringir la compra de divisas para parar la corrida.
Las restricciones a la compra de divisas llevaron la pulseada cambiaria al mercado paralelo y constituyeron la brecha cambiaria en un indicador de quién iba ganando la pelea. La falta de control estatal sobre el comercio exterior, principalmente en el rubro de exportación donde, por ejemplo, un grupo de siete multinacionales maneja el acopio y embarque de granos y derivados en puertos privados con escaso control, abrió un canal de evasión de dólares del canal oficial hacia el paralelo que permitió fabulosas ganancias mediante la especulación cambiaria. El mantenimiento en la clandestinidad del dólar paralelo junto a la impericia para intervenir en el dólar-Bolsa o contado con liquidación transformaron los intentos por bajar su cotización mediante el suministro de verdes a costa de un endeudamiento a elevadas tasas (venta de bonos por la Anses, Banco Nación, Central), en un incremento del margen de rentabilidad de un grupo de financieras que compran dólares mayoristas y lo venden al menudeo.
Nota completa: Una pulseada complicada.
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