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martes, 20 de agosto de 2013

En Página/12 (Debates): Su impacto sobre el equilibrio monetario y financiero.

El efecto de la fuga de capitales.

La fuga puede reducir las reservas a un nivel tan bajo que la autoridad monetaria deje de controlar el valor del dólar, con los conocidos efectos que ello puede tener sobre los precios, la distribución del ingreso y el nivel de actividad.
 
Revertir la caída de reservas.

Por Andrés Asiain.

Lo que comúnmente se llama fuga de capitales es la compra de dólares para atesorarlos por parte de empresas y personas. Los motivos pueden ser diversos, aunque suele primar la expectativa de una devaluación de la moneda local que genere una ganancia a quienes especularon comprando dólares, superior a la de una inversión productiva o financiera en la economía local. El problema de la fuga de capitales no es que se pierda ahorro o capital, como suelen presentarlo las corrientes ortodoxas. Una política crediticia expansiva puede movilizar las fuerzas productivas locales, supliendo en esa tarea al ahorro o capital fugado. El impacto nocivo de la fuga es que le resta dólares al banco central, disminuyendo las divisas disponibles para financiar importaciones, pagar deudas u otros compromisos. Llegado a cierto punto, la fuga puede reducir las reservas a un nivel tan bajo que la autoridad monetaria deje de controlar el valor del dólar, con los conocidos efectos que ello puede tener sobre los precios, la distribución del ingreso y el nivel de actividad.
En la última década, la compra de dólares para atesoramiento fue permanente. Sin embargo, hasta el 2006 fue compensada por quienes, al ver estabilizado el valor del dólar e incrementadas las reservas, ingresaban sus divisas a la economía local para invertir. Recién a partir de 2007 los ingresos de divisas son significativamente menores a las salidas, y el saldo neto promedió una pérdida de más de 15.000 millones de dólares al año. Semejante salida de divisas se tornaba peligrosa en un contexto en que la economía mundial entraba en crisis, con su consecuente repercusión en nuestras exportaciones industriales (aunque parcialmente compensadas por los mayores precios de las exportaciones de materias primas). Además, el crecimiento de la producción, el consumo y la inversión requería crecientes importaciones, lo que sumado a la reanudación de los pagos por la deuda externa renegociada, tornaba más ajustado el balance cambiario. En ese contexto se decide la imposición de controles cambiarios que terminaron con las pérdidas de divisas por atesoramiento, demanda que pasó a satisfacerse en el mercado paralelo a una cotización mayor a la oficial.


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